Acababa la temporada 2011/2012, el partido se disputaba en Vallecas y el rival del Rayo era el Granada. Todo o nada. Primera o Segunda. Ganar o perder. Vida o muerte. Entonces apareció Tamudo, el de los goles inolvidables, el de los ‘Tamudazos’. Un tanto del catalán sobre la bocina dejaba a los de Ramón Sandoval en lo alto, en la élite del fútbol español. El barrio obrero seguía siendo de Primera.
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Opinion
Que el devenir de la entidad les importa más bien poco a los
dirigentes rayistas es un dato que no solamente los afines a la entidad
conocemos aunque, si uno no viviese el día a día del club, se podría decir que esta
afirmación se basa en una realidad subjetiva. Con una
directiva empeñada en darnos la razón a los aficionados rayistas, la directiva
ha fraguado otro precedente injustificable: los abonos para ver a nuestro
equipo, el Rayo Vallecano, mantienen el precio de Primera División. Con la
sección femenina –por primera vez en la historia- excluida de los derechos y
sin opción a disfrutar un hipotético playoff. O lo que es lo mismo: tras
descender colistas en una temporada desastrosa, con una institución famélica y
alimentada solo por el aliento de su grada, la directiva decide desconectar el
nexo que le une a la vida.
Recorría la Albufera de la mano de los dos, de mi abuelo y de mi padre. Ambos me enseñaron cada domingo a disfrutar de ese rayo que asomaba por Vallecas cada quince días. Ambos me acercaron al fútbol, al balón que a diario me insufla vida y que los dos me enseñaron a jugar. Cada partido como si fuera el último, disfrutando cada uno de ellos. Saltando con cada gol y aplaudiendo con cada jugada. Porque el Rayo es un milagro. Porque Vallecas en el fútbol es un apoteósico carrusel de emociones del que no puedes bajarte un solo instante. Cada acción, cada camino, es un rincón apasionante de su historia. Y los dos, mi padre y mi abuelo, supieron empaparme de ella.
Hace ya algunos años recuerdo una canción, más bien una breve cita de la misma, precisamente de uno de los grupos más conocidos en Vallecas, SKA-P. Ésta decía algo así: “Enriqueces al que tienes, al que no tiene detienes…” El resto poco importa, habla de política, tema lejano a lo que nos acontece, pero esa línea sí me parece adecuada, al menos muy cercana al mundo del balón, a este mundo del balón, al actual. Fútbol moderno, dicen.
Con un entusiasmo casi infantil empezaba el baile de sillas y mesas para acomodarnos frente a la pantalla en los prolegómenos del partido. Iban llegando los peñistas, todos con el mismo entusiasmo con el que uno va al cine por primera vez, a dejarse hechizar por una película cuyos actores hacen sumirte en un mundo de ensueño.