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¿Y no nos pueden bajar a regional?


Apenas marcaban las 19.30 y mi mente empezaba a quedarse bloqueada, mi cuerpo deambulaba sin rumbo y a los pocos minutos estaba perdido en los aledaños del estadio. No tenía ni la más remota idea de cómo había acabado sin nadie alrededor y fuera de las gradas, más aun sabiendo que éramos cerca de 1300 rayistas en aquella fatídica tarde de Anoeta. Pero tras el pitido final y un mar de lágrimas mientras seguíamos alentando a los nuestros, perdí algo más que la consciencia, aun no tenía claro qué había ocurrido y menos dónde acabaría todo una semana después, aunque se presagiaba.

El resultado, poco esperanzador, hacía vislumbrar un final de sueño bastante cruel. A duras penas y tras un par de llamadas a los míos, un duro viaje de vuelta en autobús esperaba a los fieles seguidores de un barrio que siempre ha lucido a su Rayo orgulloso. Y así seguirá siendo.

Aquel joven abrazaba a su padre y lloraba sin consuelo. El chico no llega a la veintena y desconoce el amargo sabor a nuestra realidad. No temas por el equipo que te ha tocado defender, siéntete orgulloso y disfruta de todos y cada uno de los minutos, sea la categoría que sea, porque esa es la riqueza de nuestro amado club. Su gente, su barrio, su personalidad, su alma. No era consciente que la franja no siempre se codea con los grandes aun siendo el más grande. Ahora empieza a conocer su historia, a interactuar con ella y a saber llevarla con orgullo por cada rincón del país, por más pequeño que sea. Y eso, eso nos hace más fuertes y mejores.
Unos ochenta años y allí estaban, en la grada de Anoeta. Aquella pareja no entendía de maletines, de primas, de fichajes ni cláusulas de rescisión. Solo ven un balón y animan a unos colores. Que no, que no tiene más este deporte, por mucho que nos empeñemos en otra cosa. Ellos no lloraban y probablemente eran los más afectados, pero sabían lo que estaba a punto de ocurrir, al fin y al cabo lo habían vivido una y otra vez, una y otra vez. Solo tuve que escucharles diez segundos  y ahí sí, ahí me derrumbé por completo, “Nosotros no volvemos a ver a nuestro Rayo en Primera, ¿lo sabes, no?”. Joder, ellos son el Rayo y nosotros no lo vamos a entender, al menos por ahora.
El equipo acabó descendiendo. Descendido y ovacionado. “¿No nos pueden bajar a Regional?”. Así rezaba una pancarta del fondo vallecano al término del partido, “este fútbol apesta”. Y aun así seguiríamos llenando el campo, seguiríamos llenando autobuses y seguiríamos llorando cuando nos tocase llorar. Porque no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita. Y nosotros, nosotros somos los más fáciles del país. No hacen falta títulos, ni tan si quiera queremos ganar. Honrar el escudo, defender al barrio y ya. Creednos, eso es todo, y creednos, somos los más ricos.
Vallecas no es una moda. Vallecas siempre tuvo voz porque así lo quiso su gente, aunque nos callen, aunque nos peguen volveremos a levantarnos. Porque en la vida como en el fútbol, Vallecas siempre vuelve, como su Rayo, el de su gente. El del barrio. El orgullo de luchar, de pelear, de sudar, de correr, de caerse, de volverse a caer y de volver a correr. Vamos a volver. Pero antes toca despertar de un sueño que ya era largo, toquemos tierra, volvamos a nuestros orígenes, volvamos a ser humildes. Volvamos a ser el Rayo. Y no temáis, os defiende vuestra gente, los que te quieren de verdad. Volveremos.

Sergio M.Potenciano

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